La diabetes mellitus es un conjunto de trastornos metabólicos caracterizados por hiperglucemia crónica, que resulta de defectos en la secreción y/o acción de la insulina. La hiperglucemia crónica se asocia con lesiones a largo plazo en varios órganos, particularmente ojos, riñón, nervios, vasos sanguíneos y corazón.
La enfermedad renal crónica (ERC) se define como la presencia de alteraciones en la estructura o función renal durante un periodo superior a tres meses. La ERC afecta a unos 850 millones de personas en todo el mundo. En España, el estudio EPIRCE publicado en 2010, demostró una prevalencia de ERC del 9%, mientras que en 2018, el estudio ENRICA estimó una prevalencia del 15%.
Aproximadamente, entre el 20% y el 40% de las personas que viven con diabetes desarrollan, en algún momento de su vida, algún grado de ERC. La enfermedad renal diabética (ERD) es actualmente la primera causa de tratamiento renal sustitutivo (TRS) con una mortalidad cardiovascular y por cualquier causa que supera en alrededor de 40 veces la mortalidad de la población general.
El control glicémico será la base del tratamiento de los pacientes con ERD. A pesar de los tratamientos antidiabéticos convencionales, existe riesgo residual de progresión de la ERD que ha mejorado con los nuevos tratamientos con los inhibidores del cotransportador sodio-glucosa tipo 2 (iSGLT2) y los agonistas del receptor del péptido similar al glucagón tipo 1 (arGLP1).
El manejo de la ERD es multidisciplinar, incluyendo a endocrinología, nefrología, oftalmología, cardiología y cirugía vascular con el objetivo de conseguir un tratamiento integral. Las principales medidas terapéuticas son el control glucémico y el control de la presión arterial y proteinuria, así como los cambios en el estilo de vida, el cese de hábito tabáquico y la dieta.
